jueves, 7 de marzo de 2013




No siento dolor, tampoco rabia ni odio ni resentimiento. Es curioso porque esos tres sentimientos que me han acompañado desde que era un niño engendrados por las palizas de mi padre, la indiferencia de mi madre.
Borré de mi interior cualquier rastro de humanidad, me convertí en una fiera, perseguí con ansia el poder y recorrí de su mano un camino de muerte y sufrimiento. Los hombres me temían, las mujeres se metían entre las sábanas de mi cama.

Poder, riqueza, fama. Conseguí todo lo que había deseado y sin embargo me sentía muerto. Sí, estaba muerto. Para darme cuenta bastó sólo una mirada, una mirada que giró mi vida 180 grados. Ella me miró de una forma diferente, vio que dentro de la fiera todavía existía un poquito de humanidad. Ella me trajo de nuevo a la vida, me dio el cariño que siempre había necesitado, fue mi razón para sobrevivir, para dejarlo todo atrás, empezar de nuevo.

Me arrepiento de muchas cosas, pero no cambiaría por nada del mundo un último amanecer al lado de ella.

Si este es el precio que debo de pagar por haberla amado, no hay nada en toda mi vida que me haya salido más barato.
No siento dolor, sólo quiero quedarme así para siempre, en sus brazos.







2 comentarios:

  1. Cuando consigues todo lo que deseas pienso que sigues sin ser feliz. Pero siempre al empezar de nuevo intentas que todo te salga bien y no volver a cometer los errores que cometiste. Me ha gustado mucho este texto pienso que en la vida cotidiana esto le ocurre a mucha gente.

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  2. Muchas gracias por tu comentario y por tu opinión me alegro de que te haya gustado este texto que la verdad a mí me encanta

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